El cultivo del espíritu, ¿riegas tu alma?

Ilustración de Mariana Crespí de Valldaura

Últimamente, he oído mucho hablar sobre el cultivo del espíritu en los círculos más intelectuales en los que me puedo mover yo. Aunque es un tema actual, es, sobre todo, universal, se ha tratado siempre. El ser humano busca, entre otras cosas, vivir plenamente y eso pasa por tener una conciencia tranquila y un alma cuidada. La espiritualidad es parte de la filosofía clásica, que pretende conocer profundamente nuestra naturaleza intangible. Platón recoge la psique de Sócrates y nos habla del alma tripartita. San Agustín nos habla del alma como regidora del cuerpo… Podría hacer un repaso del espíritu en la filosofía, pero asumo en mis lectores un conocimiento básico adquirido en bachillerato que les permita tener una noción o como mínimo la capacidad (no menos valiosa) de, si lo encuentran oportuno, buscarlo en Google. Puesto que ahí encontraran tratados maravillosos a los que mi repaso no llegaría a los talones.

Si pensamos que cada persona es original y única, es lógico pensar que el espíritu también lo es. Cada uno necesitamos cosas diferentes para realizarnos. Al igual que uno encuentra en la religión el sentido de su vida, otro puede buscar en el conocimiento su plenitud. Por otro lado, habrá quien tenga en la mesilla de noche el Bhagavad Gita o el Corán o la Biblia y, sin embargo, por más que lea las sagradas escrituras, no encuentre ahí lo que llene su alma. Hay gente que viaja, recorre el mundo y no es más libre que aquel que no sale de su pueblo y por más que recorra siente que está enjaulado. Antes de querer llenar, a toda costa, nuestros vacíos, debemos conocernos y saber lo que necesitamos. Pero bien, siendo diferentes, buscamos, en realidad, lo mismo, cada uno con las herramientas que quiere o tiene.

Cultivar, que tiene varias acepciones en el diccionario[1], que van desde el trabajo de la tierra hasta criar y explotar seres vivos con fines industriales, económicos o científicos (siendo esta última menos bonita). Pasando por desarrollar talentos, mantener tratos, estrechar amistades y Ejercitar las artes, las ciencias y las lenguas. En resumen, podríamos decir, que es cuidar algo para que crezca. No es casualidad que hablando de cultivar aplicado a una persona se hable de cultura, ambas palabras vienen de la palabra latina cultus, haciendo patente que desde Roma se utiliza la ilustración o formación como nutriente para el ánima. Estaremos todos de acuerdo en que el arte, la música, la naturaleza con sus paisajes y la oración son herramientas a nuestra disposición para elevar y engrandecer la mente. Pero hablando espiritualmente, no basta con regar el alma como se riega una mata de tomates, echándole encima cualquier afecto o arte, es necesaria, para el crecimiento espiritual, una comprensión profunda del mundo interior.

Fui el otro día a un evento para jóvenes en el que se habló del tema. Diego Garrocho[2], en unos escasísimos 18 minutos, en los que te da tiempo a abrir muchos más melones de los que querrías abrir si no los puedes cerrar, nos proponía, sabiamente, el silencio como herramienta. Son fundamentales, para nutrir el corazón y la mente, espacios de honda reflexión. Y bien, muchos damos el silencio por hecho, pues cualquiera que lea, escriba o incluso trabaje, busca la concentración en la ausencia de ruido. Pero Garrocho hablaba de buscar conscientemente el silencio para dialogar con nosotros mismos. Siendo, el mero hecho de buscarlo, ya beneficioso y nos hace dar una importancia merecida a nuestro mundo interior huyendo de lo que poéticamente podríamos llamar el mundanal ruido. Daba otra recomendación, la búsqueda de la belleza en todo lo que hagamos, ahí también cabe hablar de la Belleza con mayúscula, en el sentido más platónico de la palabra, siendo sinónimo de Verdad, de Bondad y también de Dios. (De la cual he hablado antes en La objetiva gran Belleza, en caso de que alguien le interese) Además del diálogo interno, el debate desde la diferencia de opiniones y culturas o una conversación con una persona bien formada son instrumentos para ensanchar la razón y el juicio. Al igual que estoy segura de que muchos de los presentes en la charla, cultivamos los nuestros con oírle a él. (Más, claro está, el periodo de reflexión necesario para asimilar los conceptos. En el cual parezco ser más lenta que los demás, pues las preguntas interesantes siempre se me ocurren al día siguiente y nunca para la ronda de preguntas posterior, que reconozco que cambiaría feliz por más tiempo de exposición del ponente)

Si tengo que destacar algo del planteamiento de Garrocho, fue que recordó, amablemente, que por mucho que leamos a los grandes filósofos o escuchemos a Chaikovski no basta. Cuando vemos una persona que no tienen una formación amplia en humanidades ni es una virtuosa de las bellas artes, sin embargo, es íntegra y tiene un espíritu vivo, entendemos que no todo está en los libros. Y claro que lo sabemos, nuestra felicidad y vida plena no está entre páginas, pues hay cosas que tienes que vivir en primera persona para entender. No te vale la experiencia de otro para sentirlo. La pasión, el odio, la tristeza… son sentimientos intransferibles, y aunque podamos comprender y aprender cuando otro los siente, sólo si los padecemos en carne propia llegamos a interiorizarlos a fondo. Pero, también es verdad, que se nos olvida y pecamos creyendo que sólo la educación nos saca del pozo. Cuando, por ejemplo, un paseo por la playa nos enseña colores, que aunque se describan con las más bellas palabras de los poetas de mejor pluma, hasta que no se ve no se entiende y así con muchas cosas más.  

Puesto que al escribir, si se pretende ser útil, debe haber alguna conclusión, ahí van las mías. Si bien, somos mortales, somos, también, eternos, pues el alma no muere. Tuvo principio, pues fue creada, pero no tendrá final. Y hablan del hombre como ser inacabado que va formándose hasta el último aliento, y es más allá donde alcanzamos la plenitud. Sin embargo, es en vida cuando realmente nos preocupa y aspiramos a ella con todas nuestras fuerzas. Ya sea con libros, piezas musicales, películas, charlas o cualquier cosa, hecha buscando la Belleza; pero también con el amor, la oración o un paseo por el campo o cuidad. No sabemos bien cuanto hay que llenar el espíritu, ni como es de grande o debería serlo y no lo sabremos, por lo menos, mientras estemos vagando por el mundo. Aun así, sin haber unas reglas obligatorias para alimentar el alma ni hasta donde, hay miles de opciones para no quedarse de brazos cruzados. Igual que crecemos físicamente con los años, tenemos la obligación moral de crecer espiritualmente, tratando de dejar todo mejor de lo que lo encontramos.


[1] En este caso, he usado la RAE edición del tricentenario actualizada en 2023

[2] Profesor de Ética y Filosofía Política en la Universidad Autónoma de Madrid. Vicedecano de Investigación de la Facultad de Filosofía y Letras. Además de jefe de opinión en el ABC

2 respuestas a “El cultivo del espíritu, ¿riegas tu alma?”

  1. Teresa, que cierto todo lo que dices. La búsqueda del crecimiento personal y la plenitud es algo que a todos nos inquieta y que importante es saber dónde y cómo encontrarlo. El silencio es parte de ello. Y desde luego la historia de la vida de cada persona no acaba hasta su ultimo aliento,.

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    1. Muchas gracias, qué ilusión me hacen tus comentarios.

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